
Un domingo de otoño pero cálido.
El cielo despejado de un azul fulgurante dejaba que el sol pudiese acariciarte la piel como ocurre en el final del verano.
El vagón estaba a rebosar de gente. Mientras unos se amontonaban cerca de las puertas de acceso charlando animadamente, otros estaban sentados leyendo un libro, un periódico u observando a su alrederor.
Miguel estaba al fondo del vagón, depié frente al gentío, observandolo todo avidámente como un espectador silencioso, disfrutando de una gran actuación y diseccionando cada acto.
Se detenía en cada rostro, analizando cada detalle, cada expresión.
Buscaba en cada una de aquellas caras a aquel bello desconocido que le había robado el sueño durante los dos meses pasados.
Y le encontró.
Su cara resplandeciente y su piel de porcelana destacaba entre el resto. Situado al extremo final del vagón, reposaba su cuerpo plácidamente contra la pared del vagón, clavando sus ojos dorados relucientes al infinito sin pestañear.
El busco su mirada, intentando que se cruzasen pero en aquel mismo instante, el tren se detuvo, las puertas se abrieron y más gente entró en el vagón.
Cuando pudo darse cuenta, el hombre de belleza vulnerable había desparecido.
Salió rápidamente a la plataforma de la estación de metro, sin importar empujar a una mujer mayor y sin pararse a escuchar las quejas de los viajeros que se había llevado por delante a su paso.
Miró de izquierda a derecha y le buscó entre la gente que salía al exterior subiendo las escaleras mecánicas. Siguió a la muchedumbre y al llegar a la calle, se giró en redondo, nervioso. Le pareció verle a lo lejos e inmediatamente fue en su dirección.
Esquivó gente y cuando creyó legar a su lado, se dio cuenta que no era él.
Siguió buscándole por la calle hasta que se perdió completamente.
En una callejuela asolada se detuvo a pensar que estaba haciendo realmente, quién era ese misterioso hombre u que le había dado para poder actuar de manera tan compulsiva hasta que oyó un leve crujido a su espalda. Se volvió y vio una silueta recortada frente él. La luz de fondo le impedía reconocer quien era pero si pudo percibir su olor, dulce pero también ligero como el ozono.
Luego llegó el zumbido.
-Si lo que quieres en dinero, toma mi cartera y déjame ir-. le dijo extendiendo su cartera hacia la sombra.
La silueta recortada caminó lentamente al frente y murmuró:
-No es dinero lo que busco de ti-.
Al acercarse pudo comprobar que era el hombre que había estado siguiendo todo este tiempo.
El zumbido era continúo pero lejano, como el sonido de las chicharras en una tarde soñolienta de verano.
-Vengo en tu busca-. Le dijo. Su voz y su acento era tan dulce como su aroma.
Miguiel sintió como los ojos dorados del desconocido se clavaban en los suyos por primera vez, adentrándose en su mente a la vez que le inmovilizaba cogiendo su mano suavemente, que estaba tan caliente como el verano que estaba retumbándole en la cabeza.
-Llevo tanto tiempo buscándote...- le dijo de golpe sintiéndose ruborizado ante tal tonta respuesta.
-Vine a buscarte por que soy lo que has estado buscando toda tu vida.
Llevo mucho tiempo siguiéndote, observándote, admirándote y conociéndote en la distancia- le susurró el desconocido al oído en voz tan baja que la seducción que expresaba su tono, flotaba en el aire enrarecido del callejón. En un segundo le agarró suave pero firmemente del cuello.
Miguel se quedo quieto, embelesado, adentrándose en el sol reluciente de la mirada de aquel anónimo.
-¿Crees en mi?- le preguntó.
-¿Cómo no creer?- Miguel contestó.
-Soy el rumor que ha llenado las sombras de tu vida-, le dijo al oído y entonces escuchó perfectamente las chicharras del verano.
-Es un condición bella, creer-. -Sé mi víctima. Cree en mi eternamente- profirió-.
Entonces Miguel lo entendió todo perfectamente y se dejó hacer.
En un segundo sus labios se juntaron y notó como el bello extraño le aspiraba el aire, el alma.
Notó el chirrido de las chicharras en si mismo, claro y cercano mientras se le iba apagando la luz, también aquel callejón y el hombre de su vida que le estaba dando el mejor y último beso de despedida.
Photo courtesy of Johannes Kahrs from ArtInfo.
No comments:
Post a Comment