El primer día puede ser el más interesante, en tu intrépida búsqueda de el camino.
Te levantas en busca de cosas nuevas, de alguna señal que te ilumine, te de fuerzas para vivir, luchar por tus condiciones.
Terminas agotado, y cuando el día acaba, te duermes, no por cansancio, sino por escapar de las cosas que no deseas volver a experimentar.
Así transcurren los días; las horas pasan lentas, y el hecho de seguir , de una espera infinita, que haya alguien nuevo bajo este sol abrumante que no me deja escribir bien.
Es una marcha progresiva: un hecho. Intentar provocar el ego y satisfcer tu hambre por entender el porqué de las cosas.
Terrible el ansia que se apodera de mi cuando comprendo que ya no soy más que un ser simiesco en un mundo que no fue fabricado para mí.
Llega el momento más esperado; el quinto día. Te paras a pensar las razones.
- Este va a ser diferente-.
Llorar por la larga espera.
Llega el quinto día y descubres que nada ha cambiado.
Miras tus manos, tus ojos, tu alma y tu cara en el espejo. Y caen lágrimas por que sabes que llegará sin poder evitarlo, a continuación, el sexto día.
Comprendes que ya nada importa, es lo mismo de siempre, nada va a cambiar....
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